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La Voz de Mego

Ironías

Ironías  

Un ladrón entra a una casa a medianoche. Supone que no habrá nadie porque es una casa de segunda vivienda y en los últimos cuatro meses ha permanecido vacía.

Mientras se dirigía a su cometido oyó a un señor que conversaba por el móvil. Aconsejaba a alguien que secundara un pacto. El tipo parecía excitado y feliz con lo que oía. Gesticulaba y elevaba el tono de voz cada vez que recibía nueva información, se le veía extasiado. Por lo que decía, el ladrón dedujo que el trabajo de miles de personas dependía de aquel hombre cuyas dimensiones eran ridículas en proporción a su aparente poder ejecutivo. Pensó el ladrón que si el mejor perfume se vende en frascos pequeños, también la mayor mierda se envuelve en paquetes diminutos.

Siguió caminando. Más adelante se paró ante un escaparate, quería regocijarse ante su imagen a punto de cometer un delito. Se recreaba mientras mostraba mil caras al improvisado espejo. Alguien empezó a gritar tras él. Se giró y observó pasivamente. Unos  locales estaban desplazando a patadas del parque a un vagabundo ebrio porque su imagen dañaba la de la localidad. Nadie reparó en él, no hubo sospechas, su aspecto era de lo más normal. Antes de reanudar su marcha se sonrió una vez más ante el cristal de la tienda.Chulo

Volvió a caminar y retrocedió. No se había fijado en el tipo de negocio que se ocultaba tras  semejantes espejos. Acercó su cara al cristal para intentar ver a través de él. Se trataba de una oficina. Una débil luz iluminaba en la mesa una pequeña bolsa plástica transparente y restos escasos de polvos blancos; Deshechos de una tarde agitada. Por lo demás, seguía siendo una oficina muy normal. Se separó del cristal y miró el letrero. Era una oficina bancaria.

Al final de la calle, tres mujeres de voluptuosas curvas vestidas con ropa xs y tacones de vértigo se insinuaban a todos los coches y peatones que pasaban cerca. En la otra esquina, una muchachita, de no más de quince años y una mirada dolorosamente sexual, subía a un majestuoso coche cuyo propietario, de mirada ociosa, le hacía rápidamente un hueco entre sus piernas, incapaz de esperar a tocar el inmaduro, pero muy desarrollado, pecho de la joven.

Cuando sale de la casa, con el trabajo bien acabado y muy buenos resultados, decide volver a su hogar en dirección contraria, para no levantar sospechas. Llega al puente sin peligro, las casas cercanas a su objetivo estaban vacías; Se trata de una zona muy turística.

Al cruzar el puente una tribu de inmigrantes se hacinaban en las paredes del mismo, luchando contra la intemperie. En un vano intento por frenar el frío de la noche habían extendido, de pilar a pilar, una caja de cartón que permanecía más tiempo en el suelo que de pie. Una pequeña risa irónica asomó de nuevo a sus labios. De todas formas, el frío no los iba a dejar dormir.

A la mañana siguiente, dos agentes llaman a la puerta de su casa. Lo empujan contra la pared. Le leen sus derechos y se lo llevan a la cárcel. Al parecer escogió para su infracción la única mansión cuyo propietario había decidido pasar ese fin de semana con la querida en su paradisíaca casa de verano. Caso cerrado.

En ese momento, los medios de comunicación abrían el noticiario anunciando el oportuno convenio entre una empresa nacional y otra extranjera. El dueño comunicaba lo mucho que esa alianza significaba para él y para el país. Relataba también cómo había sido su humilde vida hasta el momento. Explicaban, a parte, que pronto se cerraría la sede principal porque a partir de ese momento sus funciones pasaban a ser exclusivamente mercantiles. Los más de mil empleados que la habían visto crecer estaban sentados en su casa pensando en jubilaciones anticipadas y múltiples opciones de empleo que al parecer generaba dicho convenio. Así lo corroboraba sonriente un hombre de dimensiones ridículamente pequeñas para poseer tanto poder. Acababa de cerrarse un negocio absolutamente legal.

2 comentarios

César -

¿Por qué no hay nada nuevo por acá?

César -

Buen negocio aquél. El de la vida que te pasa y sólo te dedicas a observar.
¡Otro punto!