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La Voz de Mego

La casa, mi verdugo

La casa, mi verdugo  

Juraba por lástima cada noche que no lo volvería a hacer. Se repetía una y otra vez que algún día lo dejaría. Que iba a empezar a cambiar. Se miraba en el umbral de la puerta soñando penas que no le llevaban a ningún sitio. Sabía que ahí donde él mismo se repetía cada luna las mismas palabras, ese maldito lugar, era también el único que comprendía el final de su promesa. Tantas veces siendo testigo mudo de los acontecimientos había llegado a comprender. Le faltaba sellar la fecha con pinceles afilados. Enmarcar el momento para contabilizar más fácilmente los intensos lloros del después.

Allí era donde cada oscuridad tardía, del mismo modo que juraba empezaba a decaer. Empezaba a sentir que lo necesitaba de nuevo. El último no más era también premonitorio del otra vez.

Bajaba callado, sin oír sus propios pasos, bajaba, por no llorar más. Salía, tras no dormir, de su piso en tercera planta sin pagar y repetía la misma escena.

De nuevo, iba otro día a trabajar. Pero eso sí, juraba, repetidamente, incansablemente que sería el último día.

2 comentarios

Pablo -

Hala, lo has borrao, pero no me has contestadooooooooooooooooooooooooooo

César -

¡Mierda! ¡Tanta gente en eso! Claro que para ver la luz, hay que atreverse a recorrer el túnel.