Blogia
La Voz de Mego

Niña de ojos tristes

Niña de ojos tristes

 

Quiero ser domingo, como ayer quería ser lunes, jugando a tener el tiempo en mi bolsillo, susurrándole al reloj que es mío. Creo que voy a caminar por la playa para ver las nubes de arriba como hace tiempo no las veo. Estoy cansada de volar y de no pisar la tierra.

  Ayer mientras hablábamos me dio la sensación que me juzgabas. Confieso que me dio rabia. Ya ves ¡Quién te has creído que eres para pensar por mí! Niña de ojos tristes, dijiste.

  No tengo los ojos tristes, hoy me he visto en un espejo. Son ojos vestidos de luto. Porque el negro no dice nada. Porque el negro es ausencia de color como también lo es el frío ausencia de calor.  Se trata, solo, de inventar, de creer que todo pueda ser más mágico y al final todo se reduce a la falta de algo. Quizá por eso te creíste ayer superior, porque me diste nombre. Ignorante.

  Te hace falta llorar más, te hace falta sentir que dejas de ser piedra. Sólido material, pero horadable. El tiempo todo lo perfora, aunque no te lo creas, a ti también.

   Una vez fui como tú, una vez no me creía que la vida fuera a cambiar, y hoy me ves aquí tirada, ocultando la poca dignidad que tu quisieras ver.

   Pero no te pedí que me lamentaras, lo hiciste porque así sobrevives. Realmente eres un ingenuo. Hace mucho que camino por encima de ti y por debajo. Hace mucho que decidí ser dueña de la vida. Sentarme y escribir. Observar. Como aquel hombre que una vez conocí. Como aquel con quien compartí una taza de café. Me contaba un periplo, tal vez inventado, o seguramente no, en su bici cacharrera. Me leyó diversos cuentos empíricos y me dijo, como el más sabio: "No sé escribir, no me gusta leer, pero ahora sólo puedo escribir y sentirme grande" ¡Qué genial chico! Pensé. Queriendo que lloviera, mientras iba hacia mi casa, mientras notaba el agua inexistente derramarse por mi nuca. Y quise ser bicicletero, como dijo él que era, su profesión.

   No, no voy en bici, creo que eso es para los más grandes, para los que van por encima más. Sin saberlo. Sin llegar nunca a caer en el vacío.

   Ignorante. Crees que por no andar cabizbaja con más preocupaciones que mi propio bostezo no merezco estar aquí.

   Yo también sueño, pero lo intento hacer realidad. Yo también rezo, pero no a un Dios, sino a mi libertad. Porque yo grito si quiero hacerlo. Porque ando hacia atrás si siento la necesidad y me detengo si así lo pide mi cuerpo, y no condeno a mis, según tú, locuras, ni a tus histriónicos comentarios. El loco, aunque no te lo creas, puedes ser tú.

   Creo que mañana seré dinero, para pasar de mano, en mano. Para que me soben y me veneren, por ser un trozo de papel y esperar que el viento  me lleve y me eches de menos y llores por creer que acabarás como la "niña de ojos tristes". Ingenuo.

   El agujero de tu bolsillo, ese que indica vacío, puede ser el culpable de tu miseria. El olvido, esa ausencia de memoria, puede llevarte a la nada. El papel, ese que arrugas cada noche, puede ser mañana un cheque en blanco. Y el blanco puede oscurecer tu vida para siempre.

   No tener puede ser más poderoso que tener demasiado. En el fondo tú también crees en la magia, señor de traje triste y cara enmascarada.  

2 comentarios

Marisa -

Tu pequeña oficina como tu la llamas es una de mis pocas ventanas críticas a Colombia, y a veces a todo el mundo. Paso por allá habitualmente, pero casi nunca encuentro nada nuevo que decir, hoy necesitaba expresarme.

César -

Veo que estás creciendo... Gracias por pasar por mi pequeña oficina.